Al unísono, los vecinos de la Colonia Sagastume gritan con fuerza: “¡Rixi sí, otro no!” y “¡NO VOLVERÁN!”. Es un grito enérgico, liberador, necesario, una afrenta contra el bipartidismo nefasto, anacrónico y desgastado que, desde 1982, ha impuesto su dominio en el país. Pero hoy, con la llegada de un contendiente poderoso, el viejo bipartidismo tiembla, aterrorizado ante la fuerza revolucionaria y liberadora del Partido Libertad y Refundación.

El bipartidismo, acorralado, se delata a sí mismo. Sus propios voceros dejan al descubierto su estrategia unirse ni modo: Diego Zelaya, del Partido Nacional, y Salvador Nasralla, del Partido Liberal, partidos que en teoría son opuestos, con visiones irreconciliables. Pero su miedo a la refundación es tan grande que han decidido unir fuerzas en una cruzada derechista disfrazada de lucha por la “democracia y la libertad”.

Pero, ¿qué democracia? ¿Qué libertad? La suya, la que ve al Estado como simple mercancía, como una fuente inagotable de contratos leoninos, botín de unos pocos. La que ha beneficiado por décadas a las diez familias exoneradas, liberándolas de sus obligaciones tributarias con leyes hechas a su medida. Ellos se han servido con la cuchara grande, asegurándose privilegios mientras el pueblo sufre.

Hoy, frenar esa demencia, detener esa avalancha de privilegios, pasa por aprobar la Ley de Justicia Tributaria. Pero, como era de esperarse, se niegan a hacerlo. Utilizan a sus caballos de batalla, pintados de azul con estrella solitaria o rojo-blanco-rojo, para frenar todo intento de aprobar esa ley que está en tercer y último debate en el Congreso Nacional.

Mientras tanto, simulan apoyar la llegada de la Comisión Internacional contra la Corrupción (CICIH), pero a la hora de la verdad, sabotean cualquier avance. Lo demostraron en el Congreso cuando, con hipocresía, votaron en contra de elevar a rango constitucional la Misión, propuesta impulsada por la diputada Hortensia Zelaya de Libre.

Pero el pueblo no olvida. Desde la Colonia Sagastume hasta cada rincón del país, millones de personas seguirán gritando con fuerza:

“¡NO VOLVERÁN!”

No volverán sus vicios del pasado.

No volverá su entreguismo.

No volverá su corrupción.

No volverá su violencia de Estado.

No volverá su odio al pueblo.

No volverán sus golpes de Estado ni su fascismo decadente.

¡NO VOLVERÁN! ¡Y no vamos a permitirlo en noviembre!

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