Como ya lo señala el reconocido influencer y filósofo brasileño-mexicano Diego Ruzzarin en sus intervenciones y análisis sobre el tema, surge una pregunta clave: ¿Cuál es la forma más eficiente de sacar a los pueblos de la pobreza?

Ruzzarin sostiene que el modelo que ha logrado este objetivo con mayor eficacia es el chino, liderado por el Partido Comunista de China. Según él, este modelos de desarrollo ha sacado de la pobreza a más de 250 millones de personas en un tiempo récord. Sin embargo, aclara que la educación no fue el único factor determinante en este proceso, sino solo una de las muchas herramientas utilizadas.

Para Ruzzarin, el verdadero motor del cambio en China ha sido la transformación estructural del país, entendida como una revisión de las relaciones de poder (o conexiones entre personas que establecen para satisfacer necesidades) y los intereses a los que responde cada clase social. En un sistema socialista y estatista, el pragmatismo ha jugado un papel clave al garantizar mejoras sustanciales en las condiciones materiales de vida: infraestructura, carreteras, mercados, salud, calidad de vida en general y por supuesto la educación. Estos elementos han permitido no solo reducir la pobreza, sino también convertir a China en una de las economías más poderosas del mundo.

Crítica al modelo educativo en América Latina

Diego Ruzzarin ha abordado en múltiples ocasiones la relación entre el cambio estructural y la calidad educativa en América Latina. En sus análisis, destaca que la educación en la región enfrenta una profunda crisis debido a la falta de recursos adecuados, como infraestructura, tecnología y personal capacitado.

Además, cuestiona la eficacia del sistema educativo tradicional, sugiriendo que, en muchas ocasiones, este opera como un mecanismo de adoctrinamiento que perpetúa las estructuras existentes en lugar de fomentar un pensamiento crítico y emancipador. Según su visión, si la educación no es emancipatoria, el sueño del oprimido es convertirse en opresor, lo que perpetúa los ciclos de desigualdad.

Otro punto central en su análisis es el cuestionamiento de la meritocracia. Ruzzarin argumenta que las condiciones materiales influyen significativamente en la capacidad de las personas para adaptarse a su entorno y, por ende, en el nivel de ingresos de una persona, más allá de su coeficiente intelectual o esfuerzo individual. En este sentido, sostiene que sin un cambio estructural que ataque las desigualdades de base, la educación por sí sola no es suficiente para mejorar la calidad de vida de las personas.

En conclusión

En resumen, Diego Ruzzarin plantea que para mejorar la calidad educativa en América Latina no basta con reformar el sistema educativo, sino que es imprescindible llevar a cabo cambios estructurales profundos. Solo abordando las desigualdades sistémicas y promoviendo una educación verdaderamente emancipadora será posible romper los ciclos de pobreza y transformar la sociedad.

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